El patetismo no tiene edad en "American Pie: el reencuentro"

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Aunque ya no son unos adolescentes y, mal que bien, perdieron la virginidad hace más de diez años, el sexo sigue siendo humillante para los protagonistas de "American Pie", en cuya cuarta entrega viven una reunión nostálgica y gamberra a la que acuden Chris Klein, Jason Biggs, Seann William Scott y Mena Suvari.

"En la vida real, con la edad el sexo se convierte en algo menos humillante. Te vas sintiendo más cómodo y ya no hay pudores. En la película en cambio tenemos que seguir subiendo el listón", explica a Efe Jason Biggs, el joven que ensayó un coito con una tarta de manzana en la primera entrega pero que, pasados los treinta, todavía tiene muchas situaciones embarazosas que gestionar.

"American Pie: el reencuentro" es la última entrega de esta saga cinematográfica que recuperó para el cambio de siglo la comedia sexual de instituto que había triunfado en los ochenta con cintas como "Porky's" o "Aquel excitante curso" y que hoy ha cerrado su promoción internacional en Madrid con la presencia de seis actores y de sus dos directores, Jon Hurwitz y Hayden Schlossberg.
Los realizadores reconocen que los personajes "piensan que tras perder la virginidad, la vida se convierte en algo sexualmente más sencillo, pero luego crecen y el sexo toma una nueva dimensión no menos complicada".
Esta cuarta entrega comienza, de hecho, retratando la frustración de la vida sexual del matrimonio formado por Biggs y Alyson Nannigan, cuando el hijo de ambos les sorprende masturbándose a cada uno por separado.
Pero, por supuesto, la amargura de la rutina pronto abre paso al humor picante y escatológico a partes iguales, a esos adolescentes de 35 años que vuelven a atender su necesidad de divertirse y dar rienda suelta a sus instintos primarios.
"Tener más de treinta años no significa que seas una persona madura. Es una edad de hacer balance, de ver si la vida se ha convertido en lo que tú esperabas y darte cuenta de que nunca es tarde para descubrirte a ti mismo. Pese al matrimonio, a la paternidad, uno tiene que sacar tiempo para la diversión", explican los directores.
"Y si algo ha sido este reencuentro, ha sido divertido", añade Biggs. "Creo que es el humor el que te mantiene vivo", prosigue el también productor de la cinta y que, tras el éxito de "American Pie", protagonizó la película de Woody Allen "Todo lo demás".
En esa reunión de antiguos alumnos no falta Stifler (Seann William Scott), a quien todavía no se le ha bajado el calentón. "Quizá, si hacemos una segunda parte, por fin podamos enfrentarle a una mujer equivalente", bromea Biggs. "Sí, entonces le diré que su comportamiento es inapropiado", responde Scott.
Y también andarán por ahí una Mena Suvari convertida en mujer conservadora, un Thomas Ian Nicholas que ve resurgir un viejo amor de juventud y un Eddie Kaye Thomas que sigue manteniendo cierto estatus de empollón.
La ironía que siempre ha rodeado la saga de "American Pie" acerca del sexo de los perdedores, en esta nueva entrega, en cambio, tiene una mayor evolución argumental. "En el instituto mentían sobre cómo les iba en la cama con las chicas, pero en esta mienten no solo sobre el sexo, sino sobre lo bien o lo mal que han ido sus vidas", dice Chris Klein, que interpreta al presuntamente exitoso Oz.
"Lo bueno de esta cuarta película es que, conforme se va acercando el final, todos empiezan a decir la verdad", añade Klein, resumiendo ese espíritu en principio trasgresor pero finalmente moralista.
Curiosamente, los que parecen disfrutar de una manera más sana el sexo son los padres de los protagonistas. "Con el tiempo te relajas y nada es tan importante", dice Eugene Levy, padre de Biggs en la película y quien redescubre el sexo tras la viudedad con la madre de Stifler, interpretada por Jennifer Coolidge.
"Los jóvenes de hoy son más avanzados sexualmente, pero siguen sin querer ni oír hablar de la vida sexual de sus padres", reflexiona Levy. "Pero yo creo que el sexo siempre es vital. Me entusiasmó cuando un amigo mío me contó que, en una residencia de ancianos, había un hombre de 90 años que dormía cada noche abrazado a su mujer de 85", concluye Coolidge.

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